Una bocanada de aire fresco para el #protocolodeportivo

(7) Sábados de reflexión

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Una bocanada de aire fresco para el protocolo deportivo

Confieso que el otro día me lleve una grata sorpresa en el partido Atlético de Madrid – Bayern de Munich. Quizás sea un espejismo fruto de tener un Gobierno en funciones pero la verdad es que me resultó reconfortante ver el palco del Calderón.

El #protocolodeportivo está tremendamente politizado, ya he perdido la cuenta de la cantidad de veces que lo he podido decir. Por desgracia, los palcos no me parecen en general un ejemplo de representatividad del deporte; unos palcos que no aportan nada y que desde mi punto de vista generan distancia, una triste barrera que en vez de unir, separa.  El deporte debe servir para unir lo que otros se encargan de destruir.

Hoy no quiero hablar sobre las precedencias o analizar la alternancia de la fila 0 del palco del Atlético de Madrid en el que, como decía antes, al tener un Gobierno en funciones, las ausencias fueron notables. Sin embargo, esto ha contribuido a ver una bocanada de aire fresco para el protocolo deportivo porque pudimos ver a la Princesa de Asturias al lado de Su padre pero –y esta es la bocanada de aire fresco—a Su derecha a Vicente del Bosque; fascinante propuesta de mis compañeros de profesión. Porque es lo que realmente necesita un palco, naturalidad, representatividad del deporte y más cercanía.

Yo cambiaría el concepto de palco en los estadios y priorizaría la representatividad del deporte,  los méritos deportivos y sociales. Muchas veces la dura losa de los compromisos, nos hacen ver propuestas que no favorecen al deporte. Otro día hablaré en profundidad de mi propuesta sobre este asunto. Hoy me quedo con la imagen de poder haber visto a un ejemplo del deporte al lado de una Princesa disfrutado de un partido de fútbol. Reconfortante, que no sea un espejismo, no debo olvidar de abrir mis ojos para ver, como dice Fátima Ricón Silva en este bonito poema que os dejo a continuación:

He pasado el día buscando una brisa de aire fresco.

Abrí la ventana de par en par y un soplo de aliento cálido

me aplastó la moral.

Levanté la alfombra de poesía que cubre el suelo de mi vida

y docenas de pelusas hirientes me indicaron que por allí no debía buscar,

estornudé versos secos y agriados.

Miré ciega el sillón de color que preside el salón y descubrí

una oleada de cabello con cristales engarzados entre las hebras,

las cuentas estaban opacas y tristes.

Investigué los estantes de libros llenos de sabiduría,

indagué en la pared que esos lomos lamen con sus historias,

no había contenidos, los libros estaban vacíos.

Volví a abrir el ventanal,

nada.

¡Oh! ¡Qué despistada!

¡Olvidé abrir mis ojos!

Sólo miré y no me molesté en ver.

Ahora tras la ventana descubrí un mar de nuevas aventuras,

bajo la alfombra de versos se deslizaron las rimas,

en lo alto del sillón brillaron en todas sus facetas los cristales,

los libros se volvieron a empapar de experiencias y enseñanzas.

Reí de mi propia torpeza.

No debo olvidar de abrir mis ojos para ver.

*imagen: Hola.com


DISCAPACIDAD, PROTOCOLO  Y EVENTOS, un artículo de una gran profesional, Conchi Bermejo Marlasca, que ha tenido la amabilidad de compartir con nosotros estas interesantísimas líneas. Gracias Conchi.

A lo largo de los últimos años la participación de las personas con discapacidad ha ido incrementándose en los distintos ámbitos de nuestra realidad: en el social, en el económico, en el cultural y en el profesional.

Gracias a la propia lucha de este colectivo y a los avances en las políticas inclusivas, impulsadas conjuntamente por instituciones públicas y entidades privadas, los, otrora, estereotipos negativos y peyorativos, que durante siglos definieron la discapacidad, han ido desapareciendo para que en la actualidad la contemplemos como una diversidad con la que tenemos una obligación moral e intelectual.

Entonces, ¿qué lugar ocupa esta diversidad en el ámbito del protocolo y la organización de eventos actualmente?

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Fuente de la imagen: Google Images.

A pesar de los numerosos avances experimentados, todavía encontramos copiosas circunstancias en las que las personas con discapacidad se topan con barreras no solo físicas, sino también invisibles e intangibles, como las discriminatorias, que les impiden ejercer en igualdad sus derechos, u optar en igualdad a las mismas oportunidades que el resto de los ciudadanos.

Partiendo de la realidad cotidiana y abordando la tipología de actos y las diferentes discapacidades, los profesionales del protocolo y de la organización de eventos debemos ser conscientes de la conjunción de las normas, las costumbres, los espacios y las carencias, y transmitir que los actos accesibles y abiertos para todos son posibles, propiciando la disposición de todos aquellos recursos que garanticen y faciliten la participación sin limitaciones de toda persona con discapacidad.

Según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra protocolo se define como una “regla ceremonial diplomática o palatina establecida por decreto o por costumbre”. También podemos entender el protocolo como un “conjunto de normas y disposiciones legales vigentes que, junto a usos, costumbres y tradiciones de los pueblos, rige la celebración de los actos oficiales” (1).

La solemnidad que connota el término así como el ritual y la ceremonia que lo envuelven, han hecho del protocolo, a lo largo de la historia, un reglamento por el que se regían los actos destinados a una parte exclusiva de la sociedad, la élite social, o aquellos que organizaban instituciones o empresas, y en los que otros estamentos o sectores de la sociedad no participaban.

Con el paso del tiempo, el progreso de la sociedad y los avances de las políticas sociales institucionales han logrado una destacada mejora en materia de bienestar social, favoreciendo la participación de los ciudadanos por igual y, por lo tanto, revalorizando los usos, los modos, las tradiciones y costumbres.

A esto se ha unido una legislación internacional y nacional fundamentada en principios y derechos, como la igualdad y el respeto, bases de toda sociedad avanzada.

Puede entenderse obviamente que el protocolo es una herramienta de la que tampoco puede prescindir el mundo empresarial, siendo éste consciente de la importancia que conlleva la correcta organización de los actos que desarrolla, y lo necesario que es cuidar a sus públicos o clientes.

Es aquí cuando llegamos a una realidad visible y presente, la discriminación, que impide la participación de las personas con discapacidad en igualdad de oportunidades frente al resto.

En la lucha contra esta discriminación, instituciones públicas y entidades privadas intervienen en la discapacidad adoptando actitudes totalmente diferentes. Las primeras, atendiendo las necesidades de las personas con discapacidad de una forma paternalista y asistencialista, y las segundas siendo más participativas y desarrollando una labor en pro de una calidad de vida.  Es decir, mientras que la acción institucional pública ofrece una ayuda especializada, que en cierto modo segrega a las personas con discapacidad del resto de la sociedad, e incluso de personas con distintas discapacidades, las organizaciones privadas proponen fórmulas no excluyentes para nadie, con discapacidad o sin discapacidad alguna. La combinación entre esa dinámica institucional y la corporativista es lo que puede lograr la integración de las personas con discapacidad en todos los ámbitos de la sociedad.

Según el artículo 9 de la Constitución Española (punto 2), “corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en los que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”.

Pero el término integración no debe ligarse únicamente al término discapacidad, sino a uno más amplio e inclusivo como es el de persona. Por tanto, para la implementación de su connotación universal, preservaremos los derechos y prescindiremos de los paternalismos con el fin de que la integración de las personas con discapacidad sea el efecto del propio concepto de Persona, y no el resultado de acciones aplicadas por la Sociedad. Consiguientemente, hemos de entender la integración y la inclusión como el impacto de la participación activa de las personas con discapacidad en todo tipo de actos.

Quizás, los oropeles del protocolo y los fastos de un acto cualquiera nos distraigan, por unos instantes, de nuestros deberes como ciudadanos e iguales. Sin embargo, como actores facilitadores de escenas y situaciones, los profesionales del protocolo y la organización de eventos hemos de fomentar la participación de las personas vulnerables, contribuyendo de esta manera a la descripción, la protección y la expansión de los derechos sociales dentro de nuestro ámbito profesional, en particular, y entre la ciudadanía, en general.

Conchi Bermejo Marlasca (@conchi_bermejo)

  1. Valenzuela, J.C. (2001). Las discapacidades en el protocolo. Madrid. Ediciones Protocolo.

RECOMIENDO


EL VÍDEO

Algunos políticos han visto en la etiqueta la herramienta para lanzar mensajes a su electorado, por encima del respeto que se debería de tener hacia las personas o instituciones. Hoy todo vale y parece que los valores emanan de las camisas remangadas, zapatillas de deporte, un jersey, un tuteo.

Todo tiene su momento y tampoco es necesario ir con la corbata hasta para ir a por el pan, si se me permite la expresión, pero creo que hoy nos pasamos al extremo contrario. Algunos políticos son productos para contentar y agradar a su público objetivo, un electorado que demanda estas bufonadas sociales carentes de valores en sí, de una ideología que etiqueta a las personas.  Utilizan la etiqueta para satirizar las escasísimas ganas de respetar el momento y las formas.

Javier Vila de Savenelle de Grandmaisón | Protocolista

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