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#sutilezascotidianas | Ayer fui muy feliz, fue un día especialmente bonito. Me encanta conducir y procuro —en la medida de lo posible— que cuando me toca viajar, hacerlo en coche, aunque sea un trayecto largo, como ha sido en esta ocasión. He viajado bien acompañado… qué digo, increíblemente bien acompañado —si se puede decir así— con mi hijo. Este tipo de viajes me encantan porque me permiten hablar con mis hijos, conocer sus inquietudes y aprender de ellos. No dejo de sorprenderme con las cosas que cada día tienen para enseñarme.
A lo largo de mi vida he cometido un error gravísimo —bueno, uno de tantos—: no parar de hablar y no saber escuchar a las personas a mi alrededor. Probablemente ese puntito chulesco y un tanto egocéntrico que tengo me ha hecho perder conversaciones enriquecedoras y oportunidades de seguir aprendiendo. Hay conversaciones que son auténticas fuentes de experiencias, vivencias y conocimientos, que de forma gratuita contribuyen a mejorar y evolucionar como personas. Siento mucho haberme comportado así, pero os confieso que llevo un tiempo considerable intentando corregir este odioso comportamiento. Y precisamente una de las cosas que más me ayuda a corregirlo es mi familia y mis amigos.
En otros capítulos os hablaré de esos amigos a los que me siento tan agradecido y afortunado de tener en mi vida. Este tipo de personas son las que te ponen en tu sitio cuando hace falta, están ahí cuando los necesitas y, cuando crees que no los necesitas, ellos siguen estando. La familia es la base de todo; es el núcleo de un gran ser que siempre está dispuesto a escucharte y a apoyarte cuando lo necesitas.
Me callo y te escucho… porque mis hijos y mi mujer me están enseñando la importancia de saber escuchar. No somos plenamente conscientes del impacto que puede tener en la vida de alguien. Las personas necesitan que hablemos menos y escuchemos más: sus inquietudes, sus miedos, sus ilusiones, sus tristezas, sus alegrías, sus desgracias… sin necesidad de interrumpir ni menospreciar sus pensamientos. Porque lo que para ti puede parecer una tontería, para ellos puede ser un inmenso dolor o un problema descomunal. Saber escuchar contribuye, al menos, a que se sientan mejor y, seguramente, a que encuentren o lleguen antes a una solución. Estos son los valores y el saber estar que debemos cuidar más, por el bien de todas las personas que viven a nuestro alrededor y para contribuir a un mundo menos egoísta.
Mi hijo ayer me regaló unos momentos inolvidables de cariño, donde pude disfrutar de su voz, de sus pensamientos y de su felicidad. ¿Puede alguien ser más feliz? Me callo y te escucho porque me hace feliz y porque quiero que tú también lo seas.
Javier Vila de Savenelle de Grand Maisón
JVSG® 1931 | Sutilezas Cotidianas (Capítulo 49) | #todocomunica