
#sutilezascotidianas | Todos, en algún momento, hemos pensado en renunciar, por diversos motivos. Es cierto que ha ido calando en la sociedad la idea de que renunciar es malo, que es un síntoma de debilidad… desayunamos, comemos y merendamos en todos los medios lo dañino que es tomar esta decisión, pero, lejos de explicarnos los motivos por los cuales uno debería renunciar, la sociedad ha ido identificando y creando mecanismos para autoconvencerse de seguir.
Siempre he procurado reflexionar, en mi entorno laboral, sobre la importancia de ser conscientes de que todos tenemos fecha de caducidad. Nadie es indispensable; hay que saber marcharse de los sitios, en tiempo y forma. Por desgracia, hay ciertos ecosistemas donde esto es prácticamente imposible, porque pisar moqueta despierta —en muchas ocasiones— la parte mala que llevamos dentro.
La comunicación y las relaciones institucionales viven a un ritmo frenético, y saber gestionar los tiempos es una parte esencial de nuestro trabajo, pero no menos importante es saber gestionar las relaciones con otras personas y, por extensión de representatividad, con las instituciones. El desgaste es significativo si intentas, cada día, remar en contra de la dirección de la corriente. No obstante, si remas a favor, al final nos convertimos en títeres sin personalidad… seguidistas cuyo principal motivo es permanecer bajo el paraguas de una zona de confort. Lo difícil es encontrar un equilibrio, pero resulta, cuando lo encuentras, lo más gratificante a nivel personal y profesional.
La renuncia puede venir por diversos motivos: no estar a gusto por la falta de valores en el día a día, por estar en un sitio donde las decisiones tienen un vacío sustancial de ética y moral, por pérdida de confianza, por estar en un lugar donde no confían en ti… o, simplemente —y no menos importante— porque hemos cumplido un ciclo y es momento de dar paso a otra persona que, seguro, lo hará fenomenal. Insisto: nadie es imprescindible.
Saber renunciar lo saben hacer muy pocos… saber marcharse de los sitios en silencio, sin hacer ruido, es una habilidad que uno debería saber gestionar, reflexionar y analizar. Tiene muchos beneficios, empezando por nuestra salud, por la calidad de nuestro trabajo, por la frescura en la toma de decisiones, en la lectura de necesidades que uno debe darle a un cliente, a una empresa, a una institución…
Pero me gustaría dejar una última reflexión: es importante saber descansar laboralmente. Como responsable de comunicación, de relaciones institucionales o como jefe de gabinete… correr a lo loco, intentar llegar a todo, buscar en todo momento contentar a todo el mundo… te llevará, tarde o temprano, al agotamiento, al posible fracaso. Y si te gusta tu trabajo, aprende a descansar, gestiona bien tu tiempo y, sobre todo, tus emociones.
Javier Vila de Savenelle de Grand Maisón
JVSG® 1931 | Sutilezas Cotidianas (Capítulo 86) | #todocomunica