La frustración de querer agradar a todo el mundo

Durante muchos años he intentado agradar a todo el mundo. Intentas dar una buena imagen, ser atento y respetuoso con todos; cuidas tu imagen para causar una buena sensación. En el ámbito laboral —también— y más en nuestro sector, procuramos medir cada palabra, reacción y expresión con el fin de no incomodar u ofender a nadie. Pero la persona que intenta agradar a todo el mundo termina fracasando.

Todo tiene su momento. Quizás la experiencia te aporte un plus de serenidad si eres capaz de ser autocrítico, observador y consciente de que uno no puede agradar a todo el mundo.

Existe una premisa que cada vez tengo más clara: esforzarse por hacer mejor las cosas, pero no a cualquier precio. Es preferible reconocer un error o admitir que no sabemos algo antes que continuar engordando la bola de nuestro ego o la apariencia.

No es malo querer agradar a los demás, pero es importante entender que es prácticamente imposible lograrlo. Hay factores que nunca podremos controlar, y al depender de nosotros, es difícil prever y contextualizar cada situación para dar la respuesta correcta. Esto nos lleva a la importancia del argumento.

En nuestra profesión, uno de los pilares que la sostiene es la argumentación. Argumentar correctamente es, en innumerables ocasiones, lo que inclina la balanza. Es desde el argumento donde debemos optimizar nuestra capacidad de frustración, porque nos permitirá, desde el respeto y las buenas maneras, transmitir nuestra opinión sin ofender ni incomodar a nadie.

La falta de coherencia, de responsabilidad y el miedo —por distintas circunstancias— nos llevan a argumentar mal, fruto de nuestros temores al rechazo o al hecho de que nos cuestionen profesionalmente o en nuestro entorno más personal.

El argumento tiene un ingrediente fundamental que en muchas ocasiones nos da miedo utilizar, porque tememos la posible reacción de los demás al escucharlo. Esa palabra es saber decir NO. Aprender a decir no es el primer paso, acompañado de un buen argumento, para minimizar los efectos del rechazo, pero sobre todo, para empezar a sentirte bien, sin esa sensación agridulce de haberte sentido tonto, utilizado o de haber dicho algo solo porque tu interlocutor quería escucharlo, aunque no estuvieras de acuerdo o simplemente no te gustara.

En el mundo de la comunicación, el protocolo, la imagen pública y, sobre todo, en la vida misma, es esencial aprender a decir no. Hagas lo que hagas, no podrás agradar a todo el mundo. Empieza a vivir sin el temor de equivocarte, sin la obligación de gustarle a todos. Solo hazlo con respeto, humildad, discreción y empatía.

Javier Vila de Savenelle de Grand Maisón 

JVSG® 1931 | Sutilezas Cotidianas (Capítulo 70) | #todocomunica

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