Lo que comunica Roger Federer

Tres gestos que comunican sin necesidad de hablar.

En 1981 nacía en Basilea uno de los mejores tenistas de todos los tiempos: Roger Federer. Nos regaló momentos inolvidables de tenis, pero también de buenas maneras. Un verdadero ejemplo —dentro y fuera de la pista— de cómo la elegancia puede convertirse en una forma de estar en el mundo.

Se retiró en 2022, tras más de dos décadas de carrera, y lo hizo como lo vivió: con respeto, serenidad y moderación. 20 títulos de Grand Slam (incluyendo 8 Wimbledon, 6 Abiertos de Australia, 5 US Open y 1 Roland Garros), 310 semanas como número 1 del mundo (237 consecutivas, récord histórico), 103 títulos ATP, una medalla de oro olímpica en dobles (Pekín 2008) y una plata en individuales (Londres 2012)… y todo ello desde la más absoluta ejemplaridad.

Federer supo ser un icono sin caer en la excentricidad que a menudo rodea al éxito deportivo. Por eso, estos son tres aspectos que me gustaría compartir con vosotros:

Autocontrol emocional como forma de respeto

En sus inicios, también Federer tuvo momentos de tensión. Pero fue consciente —junto a su equipo— de la necesidad de trabajar esa dimensión invisible del rendimiento: la gestión emocional.

Porque el deporte no es solo técnica; también son emociones, entornos, silencios, presiones, alegrías y decepciones. Identificar a tiempo las carencias en el autocontrol emocional es esencial para cualquier deportista, no solo en lo competitivo, también en lo personal. La vida privada también influye en la pista.

Federer evolucionó en esto de forma admirable. Su trato con los adversarios, su capacidad para contener impulsos, su silencio en lugar de la queja… son una lección de autocontrol que nos recuerda que la compostura también se entrena. Y todo ello acompañado de una familia que, lejos del foco mediático, le aportó el equilibrio necesario entre éxito e intimidad.

La cortesía como hábito natural

¿Se puede entrenar la cortesía? Sí, pero solo funciona si nace desde la naturalidad. Y Federer es uno de esos casos en los que la cortesía no se interpreta: se encarna.

He trabajado con muchos deportistas, y cuando me preguntan por referentes en este sentido, Federer siempre está en la lista. Porque su cortesía no es una herramienta para agradar, ni una pose para construir imagen; es una parte esencial de su identidad.

Desde reconocer errores, saludar al árbitro, felicitar al rival, agradecer al público o disculparse con humildad, cultivó la cortesía como una forma de entender el deporte y la vida.

Sin gestos sobreactuados, sin grandilocuencia, sin necesidad de ser el centro. Y, quizás por eso, su forma de ser se ha mantenido intacta: porque sabía retirarse en silencio de todo lo que pudiera resquebrajarla.

Imagen coherente

La suma de todo esto le ha permitido construir una imagen coherente. Y eso —en los tiempos que vivimos— es un valor en alza. Decir una cosa y hacer otra es muy frecuente. Federer, sin embargo, mantuvo equilibrio entre su forma de expresarse, su actitud y su presencia.

Ha sido embajador de grandes marcas, protagonista de campañas globales, rostro visible de causas y eventos. Pero su imagen no ha sido una estrategia: ha sido un reflejo.

Soy un firme defensor de los referentes que cuidan su imagen desde la coherencia. Y Federer lo hace: respeta, escucha, se expresa con mesura, es consciente del impacto que sus gestos pueden tener en millones de personas.

El deporte necesita prescriptores de valores, y él sigue siéndolo —cada día—, incluso desde la retirada.

Javier Vila de Savenelle de Grand Maison 

Este no es un análisis técnico, ni un juicio. Tampoco es un ejercicio de protocolo. Es una opinión más —una mirada personal— sobre cómo determinadas personas comunican a través de sus gestos, su actitud y su manera de estar.

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