Con prisas… yo, el primero

#sutilezascotidianas | Me gusta mucho viajar, aunque a veces, por distintas circunstancias de la vida, hay momentos en que a uno le puede gustar un poco menos alejarse de la familia. Sin embargo, en general, puedo decir que viajar me encanta. Viajando uno siempre aprende muchas cosas, y los aeropuertos son uno de mis lugares favoritos. Me gusta observar —aunque lo hago en general— cómo se comportan las personas, cómo reaccionan, cómo se relacionan… cómo interactúan.

Ayer, cuando viajaba de Madrid a Nueva York, una vez más hice mi pequeño “estudio” sobre las buenas maneras en los aeropuertos de ambas ciudades. Ya sé, puedo parecer un poco friqui por fijarme en estas cosas, pero creo que es importante observar, al menos un poco, qué sucede a nuestro alrededor. Al final, vamos como autómatas por la vida, sin percatarnos de lo que está ocurriendo en nuestro entorno más directo.

La muestra es muy transversal porque viajar hoy en día en avión es mucho más accesible, aunque en ciertas fechas del año las aerolíneas afilan sus bolígrafos para encarecer bastante los precios. La ley de la oferta y la demanda, sumada a un poco de descaro, da como resultado la tarifa final.

Tanto en Madrid como en Nueva York, hay dos cosas que destacan por encima de cualquier otra: con prisas… yo, el primero. Y es que, cuando uno tiene prisa o cree que la tiene, no le importa lo más mínimo saltarse absolutamente todo con tal de ser el primero: el primero en ser atendido en el mostrador de la aerolínea, en una cafetería, en preguntar sobre la incidencia de un vuelo, en el control de pasaportes o en comprar un detalle.

En la T4, para los vuelos internacionales, uno debe tomar un pequeño tren para ir a otra terminal. Procuro siempre ir con tiempo de sobra porque no es nada recomendable ir con prisas. Llegué el primero al tren, respeté la señalización del suelo que indica la distancia de seguridad que uno debe guardar. Poco a poco fue llegando más gente y, en cuestión de segundos, estaba totalmente rodeado. Nos encanta estar pegados como anchoas, sin respetar un poco el espacio vital de las personas. Algunos, parece, tienen frío y necesitan estar pegados.

En cuanto se abrieron las puertas, la gente activó el chip del “yo, el primero”. Y cuando activamos ese chip, nos da todo igual: nos saltamos los turnos con malas formas.

No se trata de ser un señorito o un maniático; se trata de que seamos lo suficientemente respetuosos con los demás, que respetemos nuestro turno. Es posible ralentizar el ritmo de nuestra vida porque, de lo contrario, nos convertimos en una banda de autómatas egoístas. Las prisas sacan de nosotros esa versión egoísta que todos —en mayor o menor medida— llevamos dentro.

Por eso, cuando hablamos con nuestros hijos, procuramos sensibilizarlos sobre la importancia de gestionar bien nuestro tiempo, para no ir a las carreras y evitar así la frustración que nos lleva a convertirnos en maleducados.

Javier Vila de Savenelle de Grand Maisón 

JVSG® 1931 | Sutilezas Cotidianas (Capítulo 40) | #todocomunica

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