El salvavidas del orador, el atril

El 12 de enero se reunieron en Copenhague, la primera ministra danesa, Thorning-Schmidt, y Durao Barroso.  No hablaré en estas líneas de la flexibilidad en el mercado laboral y por qué el acceso a la seguridad social en Dinamarca, no depende de haber cotizado o no, ni tampoco de su cohesión social; este no es mi cometido y sería muy osado por mi parte.

Quería hablaros de la colocación de los atriles; parece algo banal pero tiene más importancia de lo que la que gente piensa. No pretendo ser extenso, pero me gustaría compartir con vosotros alguna reflexión.

Aunque luego me extenderé mas, como consideración general, la propuesta danesa me gusta por varios motivos: sobriedad, elegancia y que la “trasera” no se “come” el protagonismo de los ponentes; aunque también existen los peros, y discutibles, si pondría flores o no, o el hecho de no poner banderas detrás de la autoridades pero hoy, me centraré en la separación de los atriles.

Desde mi punto de vista, las separaciones entre los atriles, si es grande, debe tener una buena cobertura de medios, ya que si una cámara tiene que seguir a dos o más intervinientes, corremos el riesgo de vacío en el cambio de algún plano. Otro de los riesgos, y el más importante para mí,  es en los planos generales, demasiada distancia da sensación de frialdad, soledad y distanciamiento entre ellos.

Por otra parte, creo que es un grave error colocar los atriles dependiendo exclusivamente de la trasera; me explico, es cierto que en lagunas ocasiones tenemos lugares donde no podemos hacer nada, ya que la escenografía no nos permite otra cosa; pero en ocasiones tenemos la oportunidad de poder hacer una “trasera” sabiendo las personas que asistirán y así, poder calcular bien las distancias. ¿Cuál podría ser una distancia ente dos atriles? La suficiente para no sentirse agobiado, que no parezca que invadimos el espacio vital de los ponentes, como en la imagen superior, ni en la lejanía transmitiendo distanciamiento.

Su colocación debe ser valorada en su conjunto, pensada no sólo para los asistentes sin no para las personas que les verán desde la televisión; contemplar cuales serán los planos y saber si todo está bien colocado para no distorsionar el mensaje. Cuántas veces hemos visto un plano y no estamos seguros de lo que estamos viendo y debemos esperar un  plano general para sacar una conclusión u opinión.

Recientemente hemos podido ver en televisión la comparecencia de un presidente autonómico; el primer plano que pude ver, las banderas que estaban detrás, al ser un plano corto, parecía que estaban bien colocadas pero al tener un plano general, pude comprobar que estaban mal colocadas, ya que al principio sólo se podían ver dos de las tres que estaban.

También destacaría la importancia de elegir un atril que guarde las proporciones y trasmita armonía. He podido comprobar que últimamente se tiende a atriles muy anchos; he decir que me transmite la sensación de que el que habla se esconde detrás de un muro y se protege de un “ataque”; hablo en sentido figurando por supuesto, pero el atril debe ser  como un traje a medida, uno debe sentirse cómodo pero no ridículo.

La altura del atril debe ser lo suficientemente alto como para mantener una buena postura y evitar los que son demasiados bajos, resultan muy incómodos.

Por lo tanto soy partidario de que la elección de un atril y su distancia, esté  en función de la sala, de lo que tendremos detrás, del número de atriles que necesitaremos, altura de las personas que hablarán y que todo guarde una armonía, bajo la filosofía y los objetivos del acto.

Javier Vila de Savenelle de Grandmaison

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