Antes de empezar mi reflexión me gustaría dejar claro una cosa –y no es la primera vez que lo hago- que por mi trabajo y en mi trabajo, no tengo ideario político.
Ayer durante la comparecencia del presidente de la Generalitat pudimos ver la siguiente escenografía.
Este es un claro ejemplo en el que se politiza el protocolo. Además de esto, le debemos sumar a nuestra profesión una situación de crisis en la que automáticamente, y ya, como respuesta condicionada, somos los consortes del gasto, los amantes del despilfarro y los anfitriones de lo superfluo. Esto es algo que a los profesionales nos debería inquietar y obligarnos a reivindicar nuestro papel como parte de un equipo para salir de esta crisis.
El problema de politizar el protocolo, es que se está contaminando la comunicación, generando inestabilidad y sobre todo, incumpliendo la Ley, entre otras cosas. No deberíamos apropiarnos de los símbolos porque éstos no tienen un único dueño.
¿Pero no es lícito que un político defienda sus ideas?
Claro que es lícito que los políticos defiendan sus ideas y que “luchen” por cumplir con sus compromisos electorales e intentar conseguir lo mejor para los ciudadanos que representan; ahora bien, “manosear” el protocolo para distorsionar la realidad y hacer llegar su ideario apropiándose de símbolos, no es el camino para la correcta convivencia.
¿Cuál es problema?
El principal problema de lo expuesto anteriormente, no son los profesionales del protocolo que trabajan con ellos, son –en algunos casos- los políticos que tienen la última palabra y son éstos los que “manipulan” lo que debería ser. Estoy convencido de que si los políticos nos dejasen trabajar y se rodeasen de profesionales cualificados, evitaríamos muchos derroches tangibles e intangibles.
Creo que las asociaciones y organizaciones de protocolo tienen un papel muy difícil; el papel de defendernos de este constante ataque a nuestro código deontológico. No sabemos defendernos y tenemos que aprender, todos juntos y unidos.
JavierVila de Savenelle de Grandmaison
